¡QUÉ TRISTE, QUÉ BELLO!
Paseando por el campo, encontré unos huesos de un animal. Llevarían allí mucho tiempo, porque tenían hasta musgo. Y además, entre ellos, escapada de la muerte una flor de colores intensos y enorme tamaño.
Mi primera reacción fue cortarla y alejarla de ese paisaje, pero si de allí la quitaba, sería una muerte más.
Me marché, dejando las cosas como estaban porque así lo quiso la naturaleza.
Es ley de vida, aunque la muerte sea muy desagradable, a veces, da lugar a la belleza.
SANDRA DOCTOR
CONECTADOS
Era un hermoso día de verano. Los niños jugaban incansablemente a los videojuegos, los adultos revisaban su correo electrónico mientras escribían en el ordenador portatil, y los más jóvenes se enganchaban al Tuenti y al Facebook, pero también, un pequeño grupo de excursionistas se dirigía al monte, y unas niñas jugaban al baloncesto en el parque.
--Increíble. --comentó un ciudadano a su acompañante al verlo. --Al parecer, existe vida fuera de la red.
AINHOA OZAMIZ
LOS OJOS DE LA MUERTE
No podía moverme. La rigidez de mi cuerpo era asfixiante. Quise gritar, pero un mudo gemido brotó de mis entreabiertos y resecos labios. Podía verlo todo con claridad. Como se acercaban. Como se agachaban hasta quedar pegados a mi cara. Miedo, crudo, gélido, atragantándome con su amargo sabor. El corazón me palpitaba con fuerza contra el pecho. ¡Oh, Dios mío! Sus horrendos rostros mostraban placer, y en sus ojos se percibía un brillo malvado de sadismo. Llegó el primer corte. El dolor fue intenso, brutal. Los siguientes fueron seguidos, profundos, cuidados, y lo peor de todo no era el dolor, el agudo dolor que se agolpaba en mi pecho, en mi cuerpo, era la imposibilidad de moverme, de gritar. Era ver como estaban despedazándome lentamente, disfrutando de cada corte, recreándose con la sangre que manaba de mis heridas, que inundaba el fétido lugar con su dulzón aroma. Estaban cortándome en trocitos como si fuera un mero trozo de carne, mirándome a los ojos con cada corte, disfrutando al ver el miedo, el dolor, la desesperación, las ansias de encontrarme con la muerte en mis dilatadas pupilas.
Como si leyesen mi mente, una voz grave y gutural rompió el silencio de la cripta.
-- Jugaremos contigo, eternamente.
Aquel era un infierno, una celda en la que me atraparon, en la que estaría atado…para siempre.
ALAZNE VERDEAL
Es increíblemente bello el relato de esa Sandra. Si me fío de que es una alumna de 3 curso (de unos 14, 15 años o 16 años, si ha repetido)está muy bien argumentado con una gran verdad detrás. ¡Seguid así!
ResponderEliminarPd: cambiar el fondo... Es un poco blanco. :)